jueves, 14 de julio de 2016

Anteojos en el Monasterio


En una aportación interesante del estudio La Ciencia en el Monasterio del Escorial, de 1994, Ana María Rueda Sánchez, bajo el título Optometría en el Renacimento español, rescata del Archivo de Simancas una curiosa anécdota.
Al parecer, en 1584, cuando Felipe II contaba 57 años, su Secretario Zayas escribió a la Embajada de España en Venecia, encargando un pedido de seis pares de anteojos para el rey. Tres pares blancos y tres negros "y en ninguna manera trate Vm de hacer guarnición de oro ni de plata, sino de la común, porque de otra manera no los querrá usar". Otra prueba más de la bien conocida parquedad y austeridad del monarca en cuanto a la vestimenta y los complementos.
Por aquellas fechas era Venecia, concretamente en la isla de Murano, la ciudad donde mayor desarrollo había adquirido la técnica del vidrio. En España fue en Cataluña donde esos procesos se habían depurado más, de hecho el mismo Felipe II contaba con una colección de piezas salidas de los talleres de Barcelona. Sin embargo, también existían otras fundiciones más modestas por los alrededores del monasterio, tales como las de Caldalso de los Vidrios, Ávila, El Recuenco de Guadalajara y Valdemaqueda. Es muy probable que en alguna de ellas se fabricasen los vidrios del ventanaje del monasterio, que tanta admiración provocaron entonces.
Volviendo a los anteojos, pero sn salir del monastero, habrá que esperar casi cien años para que el fresquista Lucas Jordán se autoretratase con ellos en la Escalera Principal, en el friso que representa la construcción del edificio (es el personaje central de los tres que están a la derecha)


De todas formas, el uso de anteojos debía estar bastante generalizado en el siglo XVI, porque en el anterior ya existían fábricas de ellos en Florencia, de donde salían lentes cóncavas y convexas. Posteriores testimonios pictóricos son el cuadro del Greco del Cardenal Niño de Guevara


y los retratos con los famosos "quevedos" pinzados sobre la nariz directamente, que popularizó Quevedo, ya en el siglo XVII.


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