El romano Vitruvio, bajo cuyos dictados arquitectónicos se levantó el
monasterio, ya señalaba que en un segmento dividido en partes desiguales, para
que resulte estético y agradable, debería existir entre “la parte grande y la pequeña la misma
relación que entre el todo y la grande”.
De esta manera, en un segmento dividido en dos partes, a, la
mayor y b, la menor, si se cumple que a/b = (a+b)/a, estamos frente a la
buscada relación summum de la perfección, también llamada número áureo, cuyo
valor matemático es 1,618, representado por la letra griega Φ. De ello se deriva
que un rectángulo en el que el cociente entre el lado mayor y el menor sea
también 1,618, se denomina, igualmente, rectángulo áureo.
La proporción áurea se convirtió así en el paradigma de la
armonía ya en Grecia y Roma y su concepto fue revivido por los renacentistas
como fray Luca Pacioli en su tratado la Suma
Aritmetica, que formaba parte de la biblioteca de Herrera. Es lógico
pensar que el arquitecto montañés que deseaba para El Escorial lo máximo en
orden, proporción y claridad, se sintiese atraído por la obra del teórico
Pacioli que basaba en la proporción matemática todo su empeño en el logro de la
máxima belleza, lindante con la divinidad. Por esta circunstancia y por el
hecho generalizado de que estas teorías de proporcionalidad, estaban muy en
alza entre los creadores renacentistas, es por lo que parece evidente que
tuvieron que ser tenidas muy presentes en los desarrollos arquitectónicos
escurialenses.
En el triángulo
rectángulo pitagórico de lados 3, 4, 5, se cumple que la relación entre la
hipotenusa y el menor de los catetos es el citado número áureo Φ y el cociente entre los dos catetos es la
raíz cuadrada de Φ,
o sea 1,272, que es precisamente el módulo base que se encuentra con cierta frecuencia en las planimetrías
y alzados del monasterio. Así, por ejemplo, dividiendo los 205,35 metros del
lado mayor del cuadrilátero de la planta del edificio por los 159,91 metros del
lado menor, el resultado obtenido, 1,284,
será una cantidad muy aproximada al valor de ese módulo.
Siguiendo
estos pasos podemos comprobar que
las dimensiones del patio de Reyes, 64 por 37.8 metros, nos ofrecen una
relación igual a 1,693 que, aunque no exactamente, sí es bastante cercana al
referido 1,618.
Este cociente
1,618, es igualmente trasladable al llamado patio de Carruajes, en la parte del
palacio público, cuyas medidas son 47 x 26,3 metros cuyo cociente de 1,788, podría
ser aceptable para nuestro propósito, teniendo en cuenta errores de medición y las
rectificaciones posteriores que hubo, al parecer, en el planteamiento del
citado patio.
Más allá de los ejemplos expuestos y algún otro que omitimos
para no exceder la extensión de este apunte, no hemos sido capaces de detectar
de manera irrefutable otras huellas de ella entre los muros del monasterio.
Intuimos que el concepto de proporcionalidad y el número áureo debieron de estar latentes en las mentes de
sus constructores, transportados por los vientos del nuevo clasicismo
arquitectónico e influenciados por los tratados de Lucas Pacioli y otros
matemáticos, pero no hemos querido dejarnos llevar por el excesivo voluntarismo
de quien quiere ver divinas proporciones por doquier. Ese voluntarismo que nos
puede hacer olvidar la relatividad de muchas de las medidas, dadas las
modificaciones posteriores habidas en los planos, que desvirtúan, con toda
seguridad, las posibles pistas sobre la intencionalidad originaria.
Terminemos diciendo que fue el mismo carácter de
inconmensurabilidad de esta proporción lo que debió limitar seriamente su
utilización. No cabe duda que los arquitectos renacentistas quisieron aplicarla
en su constante afán de búsqueda de la armonía y la belleza asimilables a lo
divino, pero chocaron frontalmente contra la propia irracionalidad del número Φ. En el caso de nuestro monasterio,
queda, por tanto, casi todo a expensas de valoraciones subjetivas que el lector
quiera conceder a estos supuestos especulativos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario